sábado, 5 de agosto de 2023

6 DE AGOSTO: FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR


Paz y Bien.

Hoy se abre el Año Jubilar aquí en el Monte Tabor, recordando los 100 años de construcción de la Basílica de la Transfiguración del Señor. Un Año rico de gracias y bendiciones. 

La Transfiguración del Señor, que celebramos cada 6 de agosto, conmemora el pasaje de la vida de Jesús en que mostró su divinidad a los apóstoles Juan, Pedro y Santiago. Se les “transfiguró”, es decir, les mostró su naturaleza divina. Él, que es perfecto Dios y hombre.

El suceso tuvo lugar en el monte llamado Tabor, en Tierra Santa, al oeste del mar de Galilea, que en hebreo significa “el abrazo de Dios”. Allí Jesucristo conversó con Moisés y Elías, momento en que se escuchó desde una nube la voz de Dios Padre diciendo “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo” (Lc. 9, Mc. 9, Mt. 17).




En el Oriente cristiano la Transfiguración de nuestro Dios y Salvador Jesucristo es una de las solemnidades más grandes del año, junto con la Pascua, la Navidad y la Exaltación de la Santa Cruz. En ella se expresa toda la teología de la divinización mediante la gracia, de la naturaleza humana que, revistiéndose de Cristo, es iluminada por el esplendor de la gloria de Dios. 

Muestra también que para ‘entrar en su gloria’ (Lc 24, 26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén”. Pedro, en efecto, contestó con seguridad que el Nazareno es el Hijo de Dios vivo al ser interrogado por el mismo Jesús.

Escuchar al Señor con la disposición sincera de identificarse con Él nos lleva a aceptar el sacrificio. Jesús se transfigura para borrar del corazón de sus discípulos el escándalo de la cruz, para ayudarles a sobrellevar los momentos oscuros de su Pasión. Así, vemos como cruz y gloria están íntimamente unidas y la una lleva a la otra.

En este acontecimiento, “apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa”.

A través de su voz, Dios Padre invitó a esos tres discípulos escogidos, y extensivamente a toda la humanidad, a considerar que ahí estaba Jesucristo, Dios verdadero, que en Dios permanece y es todo lo que Dios es.

La celebración de ese suceso nos invita a dejar que la vida y enseñanzas de Jesús divinicen nuestra vida ordinaria. Nos anima a pedirle que nos hable, a nosotros, y que sepamos escucharle atentos a su voz.

Esa voz de Cristo debería inflamar nuestra voluntad y facilitar su lanzamiento al cumplimiento de lo que dispusiera para nosotros, para nuestra felicidad.

La solemnidad de la Transfiguración nace, probablemente, de la conmemoración anual de la dedicación de la basílica que, en honor a este misterio, se levantó en el Monte Tabor.


En el siglo IX se introdujo en Occidente esa celebración litúrgica, y en 1457 fue incorporada al Calendario romano por el Papa Calixto III en agradecimiento por la victoria de las tropas cristianas frente a los turcos en la batalla de Belgrado, el 6 de agosto de 1456.

* Tomado de Zenit y de Custodia Terrae Sanctae.

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