Paz y Bien.
A pesar de no poder viajar a Tierra Santa, al seguir afectados todos por la pandemia del covid-19, no por ello dejamos de estar al tanto de la vida de la Iglesia Madre de Jerusalén, al contrario, quizás ahora estemos más pendientes de ellos que nunca, y por eso os vamos trayendo aquí sus noticias, para mantener viva la llama de unidad y fraternidad entre unos y otros.
Desgraciadamente, como sabéis, además de la crisis sanitaria, a los hermanos más pobres de aquella querida tierra les está afectando de forma particular el tema económico. Especialmente algunos territorios, ya de por sí muy castigados por años de guerras, como es el caso de Siria, se ven inmersos en una crisis tan fuerte que nuestros hermanos franciscanos de la Custodia en aquel país, nos están hablando, no ya de pobreza, sino de verdadera miseria.
Hace unos días, fr. Bahjat Karakach, ofm, guardián del convento Bab Thouma en Damasco, lo expresaba así en un llamamiento a la caridad para con aquellos hermanos:
"Puedo decir sin exagerar que hoy el término “pobreza” ha quedado atrás. Ahora se habla más bien de “miseria”. La lira siria está perdiendo valor de manera estrepitosa. Hace algunos meses un dólar era equivalente a casi 1.000 liras sirias, hoy a 3.200… Por ello los precios se han triplicado y más. Hoy un padre de familia debería trabajar un mes entero para poder comprar un par de kilos de carne, debería trabajar un año entero para poder pagar la matrícula escolar de un solo hijo. Ahora entramos en las casas y encontramos gente que no tiene nada para comer. Queridos amigos, en estos tiempos difíciles no tenemos más opción que recurrir a vuestra caridad, a vuestra cercanía. Como Iglesia tratamos de estar con la gente, de no dejar a nadie sin el pan de cada día… Pero no podremos continuar nuestra misión sin vuestro apoyo, sin vuestra caridad.”
Esta es nuestra cuenta, por si deseáis enviarles algún donativo:
B. SANTANDER, IBAN ES30 0075 7007 8606 0673 3003
Pero en medio de este panorama desolador, el Señor sigue suscitando almas buenas que deciden entregar su vida, en favor de los más pobres, en las diferentes fraternidades franciscanas de la Custodia de Tierra Santa. Hoy traemos un buen ejemplo de ello que nos llena de esperanza y confianza, viendo que el Señor no deja solo a su Pueblo dándole buenos pastores que lo cuiden:
El lunes 29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo, en la iglesia de San Salvador en Jerusalén, sede de la Custodia de Tierra Santa, cinco frailes franciscanos, procedentes de Perú y México, fray Alexander, fray Ángel, fray Ricardo, fray Rodrigo y fray Wilder, recibieron la ordenación sacerdotal por la imposición de manos de monseñor Fr. Pierbattista Pizzaballa, O.F.M., administrador apostólico del Patriarcado Latino.
Recogemos aquí algunas palabras que Mr. Pizzaballa dirigió en su homilía a los nuevos presbíteros:
“La gente no esperará de vosotros escuchar un discurso sobre Jesús”, sino comprender a través de vuestra vida vuestro deseo de Él, entrar en esa pregunta directa que Jesús hizo a sus discípulos y que continúa haciendo a cada uno de vosotros, cada día, siempre: «¿quién soy yo para ti?». Esto es lo primero que debemos hacer nuestro, hoy. Porque convertirse en sacerdote significa hacer que la vida sea un diálogo, una relación y donde, dentro de esa relación, uno se atreve a exponerse al conocimiento mutuo, uno del otro. ¿Qué es la Eucaristía, qué son los sacramentos, sino un diálogo?”.
El Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, concluyó la celebración con una breve intervención para felicitar a los sacerdotes: “si vais a celebrar en las Misioneras de la Caridad en Jerusalén, en la sacristía hay una frase en inglés que dice «hay que celebrar cada misa como si fuese la primera, la última, la única». Esto sirve para cualquier sacramento y eso espero: vivid siempre el servicio como si fuese el primero, el último, el único”.
Gracias a Dios, actualmente hay otro grupo de jóvenes frailes formándose en la Custodia de Tierra Santa, y aprendiendo hebreo, árabe o griego (las tres lenguas de la pastoral en la Custodia), para poder integrarse debidamente en los diferentes territorios de la misma y ser la presencia de Cristo, vivo y resucitado, en medio de su Pueblo.
Ojalá surjan muchos más jóvenes que, como estos, puedan desarrollar aquí su vocación de entregar sus vidas al Señor; siguiendo sus huellas en esta bendita tierra que fue testigo de su Resurrección, cuidando especialmente de sus “Piedras Vivas” y tomando el relevo de los hermanos que dieron ese mismo paso hace ya muchos años. Que el Señor os dé la Paz.