Paz y Bien.
Celebramos hoy, 8 de septiembre, la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, en algunos lugares con la categoría litúrgica de solemnidad.
En Jerusalén, como en el resto del mundo, este año, de nuevo, será una fiesta diferente y especial. La celebración eucarística principal se desarrollará en la basílica de Santa Ana de la Ciudad Santa. En general, no se espera mucha presencia de religiosos y fieles, que habitualmente participan multitudinariamente en las celebraciones propias de la fiesta. En España, por ejemplo, es fiesta patronal en muchísimas localidades, que se verán afectadas por las restricciones provocadas por la pandemia del covid.
El lugar en que se encuentra la iglesia de Santa Ana, en Jerusalén, tiene sus orígenes en el protoevangelio de Santiago, que afirma que la casa de los padres de María, Joaquín y Ana, estaba situada “no lejos del templo”. A partir de la dedicación de la pequeña iglesia construida sobre la casa de los dos santos, que tuvo lugar en el siglo IV, la solemnidad se extendió por todo Occidente gracias al papa Sergio I, de origen sirio.
La iglesia es uno de los edificios cruzados que se mantienen intactos gracias al rey Saladino, que la transformó en escuela coránica. Para la Custodia de Tierra Santa se trata de una celebración tradicional, que hunde sus raíces en el pasado: de hecho, incluso durante la ocupación musulmana, los franciscanos trataban de acceder por todos los medios para poder celebrar allí, y los testimonios narran que lograban hacerlo colándose a través de una ventana que todavía hoy puede verse dentro de la cripta.
Solo en el siglo XV los frailes obtuvieron un permiso oficial que les permitía celebrar el día del nacimiento de la Virgen, el 8 de septiembre, y el de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre. Tras la guerra de Crimea, en 1856, el edificio fue donado a Napoleón III por el sultán Abdul Majid como agradecimiento por su ayuda militar durante el conflicto. La iglesia actual, restaurada después de la guerra de 1967 que le causó graves daños, está a cargo de los padres misioneros de África.
Presidió la celebración fray Stéphane Milovitch, responsable de la Oficina de Bienes Culturales de la Custodia de Tierra Santa: “Cuando Cristo fue crucificado, se pensó que todo había terminado. Tres días después, celebramos su resurrección: la última palabra nunca es de la muerte, sino de la vida”, dijo fray Stéphane comentando este último año, marcado por la pandemia del coronavirus. Aquí en Jerusalén recordamos todas las etapas de la historia que ha tenido lugar en esta Tierra Santa. La liturgia de Jerusalén es una liturgia en movimiento: como los primeros cristianos, los franciscanos celebran el año litúrgico en los lugares que son el origen de los misterios celebrados. Hoy estamos aquí reunidos para celebrar la Natividad de la Virgen, madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, una celebración que comenzó gracias a la veneración del lugar”.
Ponemos nuevamente en manos de la Santísima Virgen María a la humanidad entera, víctima de la pandemia por coronavirus que está dejando tanto sufrimiento. Que Ella, nuestra Madre Buena, nos cuide y proteja siempre. Con el profundo deseo de poder regresar pronto a pisar Tierra Santa y venerar este sagrado lugar, memoria del nacimiento de la Santísima Virgen, y todos los demás santuarios, que guardan las huellas del paso de Jesús y María, os deseamos una muy feliz fiesta.
Que el Señor os dé la Paz.