Paz y Bien.
En el convento franciscano de San Salvador, en Jerusalén, puede disfrutarse durante el tiempo de Adviento y Navidad de este belén napolitano:
El Nacimiento napolitano representa la Natividad de Jesús en el Nápoles del siglo XVIII.
Aunque puede parecer, a primera vista, algo anacrónico, en realidad traduce en lenguaje popular un primer mensaje de fe: el nacimiento del Señor no es un hecho del pasado, sepultado en la memoria, sino que es algo presente y contemporáneo al hombre de todos los tiempos. Y por esto mismo, transmite un segundo mensaje: la Navidad es para todos y cada uno de los hombres. Los distintos personajes que apareen en el belén napolitano manifiestan con fuerza esta "voluntad de Dios", que desea llevar la salvación allá donde el hombre vive su existencia concreta. Hombres y mujeres, pastores y magos, ricos y pobres, ancianos y niños, blancos y negros, animales y objetos, todos, absolutamente todos, están llamados a alegrarse y caminar hacia la Gruta de Belén, donde Dios sale de su misterioso silencio y lejano y desvela su amor por la humanidad.
Ya no existe división entre Dios y el hombre, como proponía la religión greco-romana, que separaba rígidamente lo sagrado de lo profano (el templo pagano se derrumba precisamente en el pesebre) sino encuentro y comunión.
El Hijo de Dios viene a habitar en medio de nosotros en nuestras casas, camina por nuestras calles, se detiene en nuestras plazas, come en nuestras tabernas, entra allí donde nosotros vivimos y abre nuestra vida cotidiana a la esperanza del Reino de Dios. Así, con un lenguaje y a través de imágenes populares y, por lo tanto, fácilmente comprensibles como las parábolas evangélicas, el Nacimiento napolitano viene a proponer nuevamente el alegre mensaje de la Navidad, a dar de nuevo valor y alegría a nuestros corazones y nuestra vida.
Este belén ha sido realizado en 2014 en Nápoles por La Scarabattola, de los hermanos Scuotto, proveedores oficiales de la Casa Real española y galardonados con la Medalla de plata por el presidente de la República Italiana. La escenografía ha sido realizada principalmente en corcho y madera. Los personajes tienen cabeza, manos y pies de terracota policromada, mientras que el cuerpo se ha hecho con hilo de hierro y estopa; los ojos son de cristal. Los vestidos se han realizado con seda y tejidos naturales. La Custodia de Tierra Santa encargó esta obra, haciéndose eco de la devoción franciscana por el misterio de la Natividad del Señor, donde Dios, haciéndose pequeño y pobre por amor, ha reabierto, precisamente en esta tierra, el camino de la paz.
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