El miércoles 21 de septiembre, gran cantidad de personas se reunía junto a la puerta de Jafa de Jerusalén para recibir con alegría a su nuevo obispo y Administrador Apostólico, y que habían conocido como Custodio de Tierra durante los últimos doce años, el franciscano Mons. Pierbattista Pizzaballa.
Una buena delegación de frailes franciscanos estaba presente para acoger al hasta hace poco su hermano de orden y, desde hace unos días, su obispo. Entre ellos se encontraba el Custodio, fray Francesco Patton, y los miembros del Discretorio de la Custodia, que dejaron por unas horas el congreso custodial que está teniendo lugar en estos días. Junto al resto de la Iglesia local se dirigieron a la Concatedral para el canto de las Vísperas solemnes.
En el templo, que se quedó pequeño para albergar a la numerosa asamblea, había representantes de todas las iglesias de Jerusalén, las autoridades civiles palestinas e israelíes y los cónsules generales de las naciones latinas.
Mons. Shomali, en nombre del colegio episcopal y la Iglesia Latina, pronunció el discurso de bienvenida al nuevo obispo de la Ciudad Santa.
Tras el rezo de vísperas, Mons. Pizzaballa se dirigió a su diócesis: “Quisiera que de Jerusalén brotara, para nosotros y para toda la Iglesia, la posibilidad de encontrarnos y acogernos unos a otros, construyendo caminos y puentes, y no muros”... “ y juntos, mostrar el camino de la Iglesia para los años venideros”...“Sé que no va a ser fácil, pero es precisamente en este contexto difícil, en el que estamos llamados a ser Iglesia”... “Os pido a todos que me ayudéis en este servicio”.
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