lunes, 13 de abril de 2020

¡FELIZ PASCUA!

Paz y Bien.

También este año, a pesar de tantas restricciones por la crisis sanitaria que nos afecta,  el anuncio de la Resurrección comenzó en Jerusalén para extenderse al mundo entero.  El Santo Sepulcro fue el primer lugar en el mundo donde se celebró la Vigilia Pascual, aunque en ausencia de fieles.  Según la tradición preconciliar, que se mantiene por Status Quo, el administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, monseñor Pierbattista Pizzaballa, ofm,  presidió a las 8 de la mañana la liturgia de la Vigilia, considerada “la madre de todas las Santas Vigilias”.  Recogemos aquí parte de sus palabras:
“Queridos hermanos y hermanas, por extraño que parezca, la experiencia que estamos viviendo estos días es la más cercana a la de la Pascua y al signo, siempre querido y poderoso, del Santo Sepulcro de Cristo en el que celebramos. Este vacío de ritos, vacío de rostros, vacío de presencias, vacío de contacto que todos estamos viviendo debido a las restricciones sanitarias, está provocando miedo, desconcierto y consternación. ¿No se sentían así las mujeres aquel amanecer de la primera Pascua? ¿No eran estos los sentimientos de los discípulos tras el dolor del Viernes Santo y el silencio del sábado? ¿No era su drama similar al que nosotros estamos viviendo?. Sin embargo, , la alegría de la Pascua consiste precisamente en una nueva capacidad para mirar el vacío, para dialogar con el dolor. Por eso aquí, hoy, para mí, para vosotros, para nuestra diócesis, para la Iglesia y para el mundo quiero pedir al Señor una mirada pascual, una nueva visión para responder mejor a Aquel que no deja de repetirnos: Venid y veréis”.

Ayer, Domingo de Resurrección, tuvo lugar la solemne Eucaristía de Pascua delante del edículo del Santo Sepulcro, en presencia de los frailes de la comunidad del Santo Sepulcro, y presidida por monseñor Pizzaballa. Tras la celebración de la Santa Misa, se proclamó la alegría de la Pascua en cuatro puntos distintos alrededor del sepulcro vacío de Cristo, que se corresponden con los cuatro puntos cardinales. Un símbolo importante de cómo el anuncio de la Resurrección llega a todos los lugares de la Tierra. 

Entre todas las ausencias que tenemos que vivir en este tiempo de pandemia, monseñor Pizzaballa se refirió en su homilía a una en especial, la ausencia de la posibilidad de celebrar la salvación: 
“No poder celebrar la salvación durante este Triduo Santo, en este contexto de miedo e incertidumbre, nos hace aún más conscientes de nuestra fragilidad y de nuestros límites. Pero, en este momento de grandes dificultades y de soledad, quizá sentimos más nuestras las palabras de Marta dirigidas a Jesús: « Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.» (Jn 11,21). ¡Cómo nos pesa esta soledad, qué difícil es dejarnos guiar por Él por estos senderos desconocidos! Pues bien, nosotros aquí y ahora, frente a esta tumba vacía, queremos gritar: Señor, tú no nos has abandonado en brazos de la muerte. La tumba está vacía. Ya no estás encerrado en el sepulcro porque sabemos que Tú, Señor, estás vivo y estás aquí con nosotros. Tu amor nos sostiene, ilumina nuestras vidas y conforta nuestras frágiles esperanzas”.



A continuación compartimos también el mensaje de Pascua del Custodio de Tierra Santa, Fr. Francesco Patton, ofm.:

"Nos encontramos en la Basílica del Santo Sepulcro. A pocos pasos de aquí se encuentra la tumba vacía donde el cuerpo de Jesús fue sepultado en la tarde del Viernes Santo y unos metros más arriba está el Calvario, donde pocas horas antes Jesús fue crucificado y murió.
Si con la imaginación volvemos atrás a aquella mañana de Pascua, en lugar de la Basílica podemos ver una cantera abandonada, un sepulcro nuevo excavado en la roca y una gran piedra redonda que ha volcado. Aquí donde me encuentro ahora, en lugar de mármol, había hierba verde de primavera, tal vez algún árbol en flor.
Aquí, en la mañana de Pascua, cuando todavía no había amanecido, vino María Magdalena para completar la sepultura de Jesús. Imagino sus pies bañándose en rocío mientras se acerca al sepulcro. La luz del sol todavía no ha salido, pero en el instante de la aurora el contorno de las cosas comienza a distinguirse.

La tumba está vacía. No solo han matado a Jesús, sino que alguien lo ha hecho desaparecer. María mira dentro del Sepulcro, pero no ve a nadie. Solo una mortaja caída y vacía. Le falta la respiración. Vuelve al exterior y rompe a llorar; ni siquiera puede honrar el cuerpo sin vida de Jesús, que la había liberado de siete demonios y la había devuelto a la vida.
Entre las sombras del jardín, entrevé la silueta de un hombre que se acerca y le pregunta: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” En el timbre de esa voz está el eco de una voz impresa en la memoria de su corazón. Pero lo único que puede pensar es que es el jardinero. Sin embargo, cuando esa voz de nuevo pronuncia su nombre, “¡Maria!”, entonces lo reconoce inmediatamente: “’Rabboni’, que quiere decir ‘Maestro’”.

Le gustaría tocarlo, por temor a que sea una ilusión, una alucinación o un fantasma. Pero en cambio él, Jesús, resucitado y vivo, le dice: “No me detengas, ve a mis hermanos y explícales que me has visto! ¡Cuéntales que estoy vivo! ¡Cuéntales que mi tumba está vacía! ¡Cuéntales que la muerte ha vencido para siempre!
Aquí, en este lugar, ante esta escena, comprendo que la esperanza no es la proyección de mis deseos, sino que es Jesucristo quien ha vencido a la muerte.
Aquí, en este lugar, comprendo que Jesús Resucitado es el jardinero de la vida, el que ha vencido a la muerte atravesándola, y ha vencido todos nuestros miedos, nuestras angustias.
Aquí, en este lugar, comprendo que al asumir sobre sus espaldas el mal del cosmos y de la historia, el mal de cada uno de nosotros, Jesús ha vencido a toda forma de maldad.
Jesús resucitado es ahora mi esperanza segura. Acogerlo con fe es recibir la única vacuna que me puede salvar del virus de la muerte, del miedo y de la angustia, del virus del mal que contagia nuestra humanidad y nuestra historia, del virus de una vida sin sentido y sin un objetivo.



Hoy, cuando la pandemia todavía siembra muerte en todo el mundo, siento que depende de mí, de ti, de cada uno de nosotros, acoger la invitación que Jesús hizo a María Magdalena: “¡Ve a mis hermanos y explícales que me has visto! ¡Explícales que el miedo, la angustia, la desesperación y la muerte han sido vencidas, para siempre! ¡Explícales que la vida todavía tiene sentido! ¡Explícales que aquí ha nacido una nueva humanidad!
Felices Pascuas, este año, sobre todo, a los enfermos, a sus familiares, a los enfermeros y médicos que les asisten. Felices Pascuas a aquellos que están a punto de pasar de este mundo al Padre, junto a Jesús. Felices Pascuas a todos aquellos que están poniendo en riesgo su vida para garantizar los servicios esenciales de nuestra sociedad. Felices Pascuas a cada uno de vosotros y a vuestras familias. Que Cristo Resucitado os guarde en la esperanza y os permita vislumbrar la vida que fluye de esta tumba vacía.
Felices Pascuas."  Fr. Francesco Patton, ofm.

También desde la Comisaría de Tierra Santa os deseamos de corazón una muy Feliz Pascua. Que el Señor os dé la Paz.

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