En la fiesta de Santa Clara queremos tener un recuerdo fraterno para las Hermanas Clarisas. La presencia de las Hermanas Pobres de santa Clara en Tierra Santa se remonta al año 1884, cuando un grupo de religiosas francesas llegó a Palestina y se estableció en un primer momento en Nazaret y, después, también en Jerusalén. La vocación de santa Clara -y de la Orden por ella fundada- se identifica con la vocación de esta misma tierra: no hacer sino ser memoria de la vida de Cristo. Todos los monasterios se dedican a la vida contemplativa. El corazón invisible de la vida monástica es, simplemente, custodiar una Presencia en escucha atenta de la Palabra de Dios que, ahora y siempre, se hace carne en los acontecimientos de la historia. La relación con la Custodia de Tierra Santa es especial: una relación fraterna en la unidad del mismo carisma y el mismo amor por la humanidad de Cristo. Las hermanas clarisas están presentes en Jerusalén, Nazaret, Beirut y Alejandría.
«Nuestra vida de clarisas es como una llama que ilumina silenciosamente. Misioneras del claustro, rezamos por Tierra Santa y por el mundo en el silencio de nuestra humilde vida ordinaria, consagradas al Extraordinario».
Las religiosas trabajan para ganarse la vida: fabricación de las ostias para los santuarios vecinos y creación de ornamentos para los sacerdotes. Preparan y venden también rosarios en madera de olivo y cuerda o postales con flores secas de Tierra Santa. Del único carisma de san Francisco y santa Clara nacieron las dos Órdenes, dos modos de vida, apostólico y contemplativo. Es importante que los dos pulmones de ese carisma estén presentes en torno a los santuarios de Tierra Santa. Su presencia, su fraternidad y su oración ayudan en las dificultades del camino diario. Cuando los frailes se encuentran con las clarisas, siempre les piden «Rezad por nosotros». Una religiosa Clarisa escribió un día: "Allí donde hay un franciscano, hay una clarisa y, donde hay una clarisa, hay un franciscano". Pues sí, es importante que la familia esté al completo. Si las religiosas de clausura no pueden visitar a los frailes, estos se acercan a ellas con alegría: para predicar los retiros, celebrar la misa, hablar... Algunos frailes han decidido celebrar en sus monasterios su primera misa. Y cuando se pregunta a un franciscano cuál es la relación con las clarisas, lo confirma: «Tengo la sensación de que somos de la misma familia. Es extraño, no sabría explicarlo, pero es exactamente el sentimiento de sentirse en familia».
¡Feliz fiesta de Santa Clara para todos, de modo especial y particular para las Hermanas Pobres de Santa Clara!
¡Que el Señor os bendiga y os guarde!
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