¿Cuál es
la misión de los franciscanos en Tierra Santa?
1. Hacer
brotar "la gracia de los Santos Lugares"
Los Santos Lugares no son
piedras, por muy preciosas que sean. Son la manifestación, las huellas, del
paso de Dios por este mundo, el eco de las palabras del Señor que ha hablado
por medio de los profetas y los apóstoles, y que, en los últimos tiempos, se ha
hecho “carne”, hombre como nosotros, que habitó en medio de nosotros; son
piedras que han escuchado la voz y que han bebido la sangre del Salvador. Esa
palabra de Dios, esa sangre derramada hay que acogerla, conservarla para que
forme parte de la vida del cristiano.
2. Captar la voz que surge de esas piedras, comprender su mensaje, ha sido, desde siempre, la labor de los hijos de San Francisco en Tierra Santa.
Por eso, dicen los Papas, la misión de los frailes ha consistido en hacer posible que los Lugares bíblicos sean centros de espiritualidad, que cada Santuario conserve y transmita el mensaje evangélico y sea también alimento de la piedad de los fieles. Decía, en 1947, Pío XII a los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa: “Sabemos también que vosotros, como ya hicieron vuestros predecesores, os esforzáis diligentemente para que en los lugares santísimos confiados a vuestros cuidados… se haga allí lo posible para satisfacer la piedad de los fieles en el mejor modo”.
Los frailes no han sido sólo unos “guardianes” de piedras o de lugares para conservar su valor. Su misión ha sido vivificar esas piedras, hacer que hablen al corazón y a la mente de todos los que realizan la peregrinación a Tierra Santa, ayudar a ir más allá de las “simples piedras” para llegar a la fe que las transforma en “piedras amadas”.
Los hijos de Francisco de Asís –en palabras de Juan Pablo II- han interpretado “de un modo genuinamente evangélico el legítimo deseo cristiano de custodiar los lugares donde están nuestra raíces cristianas”.
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