Nos encontramos ya a las puertas de un nuevo Adviento, casi terminando este año 2020 que nos está marcando de un modo muy especial, complicado y doloroso por la pandemia que la humanidad está sufriendo desde primeros de año. Pero, aún en medio de tantas dificultades, nosotros, los cristianos, intentamos poner a Jesús en el centro de todo lo que somos y vivimos. Comenzamos un nuevo año litúrgico en el que el Señor viene, decimos en presente. Y es que no es algo que ocurrió o está por venir, Dios viene aquí y ahora, en nuestras circunstancias personales y familiares actuales, quiere seguir entrando en la historia de la humanidad. Es un tiempo en que se nos invita a preparar la Navidad, un tiempo de espera y de esperanza, pero, sobre todo, que ha de suponer en nosotros una actitud (habitación interior lo llamaba también san Francisco). Podríamos decir, como San Bernardo de Claraval, que estamos en la “venida intermedia en la que Cristo es nuestro descanso y consuelo”: “Conocemos tres venidas del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquellas son visibles, pero ésta no... La venida intermedia es oculta, sólo la ven los elegidos, en sí mismos, y gracias a ella reciben la salvación... Esta venida intermedia es como un camino que conduce de la primera a la última. En la primera Cristo fue nuestra redención; en la última se manifestará como nuestra vida; en esta venida intermedia es nuestro descanso y nuestro consuelo.”
Tierra Santa es la Tierra de Jesús, la tierra que vio nacer, crecer, predicar, morir y resucitar al Hijo de Dios. Es la geografía de la salvación, los lugares que fueron testigos del origen de nuestra fe.
jueves, 26 de noviembre de 2020
Adviento 2020: tiempo de espera y de esperanza
Paz y Bien.
En nuestra anterior entrada de este blog os contábamos cómo los frailes de la Custodia de Tierra Santa se estaban formando, preparándose con esperanza de cara a la reapertura de las peregrinaciones, para acoger como es debido a los futuros peregrinos. Pues esa debería ser nuestra actitud, la de seguirnos preparando con esperanza para acoger al Señor que viene.
«Ruego a todos los hermanos que, removido todo impedimento y pospuesta toda preocupación y solicitud (muerte de lo viejo), del mejor modo que puedan, hagan servir, amar, honrar y adorar al Señor Dios con corazón limpio y mente pura, que es lo que él busca sobre todas las cosas (¡Dios reinando en nosotros!); y hagámosle siempre allí habitación y morada a aquél que es Señor Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu Santo, que dice: Vigilad y orad en todo momento» (Regla no bulada, 22).
María de Nazaret es la estrella del Adviento, es la Madre de la Esperanza, el modelo de la espera. Supo, como nadie, preparar un sitio al Señor, por eso el Adviento es el tiempo por excelencia de María. Como nos dejó escrito S. Pablo VI, papa: “…los fieles que viven con la Liturgia el espíritu del Adviento, al considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo, se sentirán animados a tomarla como modelo y a prepararse, vigilantes en la oración y jubilosos en la alabanza, para salir al encuentro del Salvador que viene…”
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