miércoles, 7 de agosto de 2019

Vivencias de una peregrina en Tierra Santa: “difícil describir con palabras una vivencia tan intensa"




Paz y Bien. 

Queremos compartir el testimonio que nos ha hecho llegar Rosa Villada, que participó en los ejercicios espirituales que organizamos el pasado mes de junio en Tierra Santa. Desde aquí queremos darle las gracias por hacer públicas tan íntimas vivencias, que, seguro, beneficiarán a muchas personas. 

"Getsemaní. Ese fue el lugar en el que Jesús contactó profundamente conmigo, durante la peregrinación que realicé a Tierra Santa, en el pasado mes de junio. No era mi primer viaje. Ya en el anterior, hace cuatro años, fui consciente de que es Él quien elige el dónde el cómo y el cuándo conectará con tu alma. O si, sencillamente no va a haber conexión, y tu peregrinación se reduce a un simple viaje turístico más, con las aglomeraciones de gente y las fotos de recuerdo. No ha sido mi caso.

Cuando viajé a Tierra Santa, hace cuatro años, Jesús me llamó por mi nombre y me emplazó a seguirle durante la travesía en barca por el mar de Galilea. Aquel encuentro marcó profundamente mi vida interna y, desde entonces, Él no me ha soltado de la mano ni en los momentos más duros. He notado su Presencia y su compañía, día y noche. Todavía con más intensidad cuando hace dos años me diagnosticaron un cáncer de mama y no pude volver a Jerusalem entonces, tal y como había previsto. Como he dicho, es Jesús quien dispone el dónde, el cómo y el cuándo conectará profundamente con tu alma.

    Han tenido que transcurrir dos años más, caminando junto al cáncer y todas las secuelas que conlleva, cuando he vuelto a Tierra Santa, siguiendo de nuevo la llamada de Jesús. He de decir que la peregrinación me ha resultado agotadora; a pesar de que, en esta ocasión, se planteaba como más tranquila –cosa que no fue- y más interior, debido a las meditaciones que realizábamos en determinados lugares. Algo que sí se produjo, de la mano del padre Eliseo, y que refrescaron mi alma de los calores y cansancio que sufría mi cuerpo. Pero con poco tiempo para asimilar.
   El regreso a Galilea renovó el emocionado seguimiento a Jesús que se había producido cuatro años atrás. Pero yo supe que, en esta ocasión, Él quería llevarme más lejos y más hondo. Pedía más de mí. Supe que junto a Él, me tocaba navegar por otro mar más profundo. Esta certeza, que se produjo al día siguiente de llegar a Tierra Santa, me dio fuerzas para continuar con la peregrinación, a pesar de las dificultades que tenía para conectar con los lugares que visitábamos, llenos de gente, y con mi silencio interior.
    
    Tuve que esperar hasta la última noche que pasábamos en Jerusalem, para que Jesús volviera a conectar con la hondura de mi alma. Sí, fue en Getsemaní, en el transcurso de una hora santa que allí celebramos. Nada más llegar, sin ninguna dificultad, se produjo la conexión. Yo ya no estaba en el lugar donde se encontraba mi cuerpo, sino con Él. Y lo único que quería era acompañarle en sus dudas, su dolor y su angustia, que también eran las mías. Solo quería permanecer a su lado. Y lloré. No paraba de llorar, por no haberme mantenido despierta y alerta. Por las veces que había permanecido dormida, enredada en asuntos mundanos, ignorando ese Getsemaní, que Jesús me mostraba.
Es difícil describir con palabras una vivencia tan intensa y que cala tan profundamente en el hondón de tu alma, como decía santa Teresa. Pero ahí quedó. Y ahí sigue, ayudándome a mantenerme en vela y a no dormirme a las cosas del Espíritu, a pesar de la dureza de las pruebas. Ahí sigue Jesús con su entrega total al Padre, actuando como una Luz que alumbra mis noches oscuras. Y ahí sigo, ahí seguimos juntos, llorando con lágrimas que limpian mi Camino para alcanzar la unidad con Él y que realmente seamos UNO." 

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