lunes, 5 de abril de 2021

«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» ¡Feliz Pascua!


¡Cristo ha Resucitado! ¡Verdaderamente, ha Resucitado!

Os saludamos con el gozo de la Resurrección y la esperanza puesta en las palabras de Jesús a las mujeres que escuchamos en el evangelio que se proclama este lunes de Pascua: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.». 

Ojalá el Señor permita que muy pronto se hagan realidad estas palabras y podamos volver a pisar su Bendita Tierra. "El año que viene en Jerusalén".

Gracias a Dios, este año, a pesar de que aún hay muchas restricciones sanitarias por la pandemia, en Tierra Santa se ha podido celebrar la Semana Santa con la participación de fieles. 

Queremos compartir con todos las felicitaciones y algunos de los mensajes de Pascua que estos días nos están llegando desde allí. 

Que el Señor Resucitado os colme de Paz y Bien.


Mensaje pascual del Custodio, Fr. Francesco Patton:

“No tengan miedo. Ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado. No está aquí, ha resucitado. Miren el lugar donde lo habían puesto” (Mc 16,6).

Es tanta la sorpresa que causa este anuncio, dado por el ángel, aquí en el Sepulcro, la mañana de Pascua, que resulta increíble incluso para quien ha conocido y seguido Jesús más de cerca.

Le resulta increíble a María Magdalena, que fue sanada por Jesús y por él había sido restituida a una vida auténtica; María Magdalena que lo había amado con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.

Le resulta increíble a Pedro, que incluso lo había reconocido como el Cristo, el Hijo de Dios y que había recibido la misión de confirmar en la fe a sus hermanos.

Le resulta increíble a Juan, el discípulo amado, que se había recostado en el corazón de Jesús para poder aprovechar la profundidad de su misterio y de su amor.

“No está aquí, ha resucitado”, “La muerte ha sido vencida” Esto es lo que en el profundo del corazón cada uno de nosotros desea, porque sentimos y sabemos que fuimos hechos para la vida, para una vida en plenitud, feliz, y para siempre.

Es el deseo de vida que llevamos dentro. Es un deseo que este año fue duramente probado muchas veces y en todo el mundo, cuando hemos sentido que la pandemia nos sitiaba como un enemigo invisible, cuando las personas que amamos se han enfermado de este virus que quita el aliento y las fuerzas, cuando algunos de nuestros seres queridos han sido devorados por la muerte y se han apagado en la soledad. Un deseo de vida que en tantas partes del mundo había estado en crisis ya antes de la pandemia: por las guerras y las carestías, por las crisis humanitarias y las crisis de humanidad, por la globalización de la indiferencia, por formas inhumanas de embargo.

Como los ojos de los discípulos, también los nuestros corren el riesgo de ser empañados por la percepción de que la muerte es más fuerte que la vida y que sea el fin de todo. Y aunque hayamos leído muchas veces el Evangelio, tal vez todavía no hemos comprendido que todo se cumple y se renueva en la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Sin embargo, aquí delante de esta tumba vacía es necesario decirlo, o más bien gritarlo: “La muerte ha sido vencida. Porque Jesús ha resucitado. Miren el lugar donde lo habían puesto”.

Mensaje pascual de los patriarcas y jefes de iglesias en Jerusalén:

«Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo, sentado a la diestra de Dios". (Colosenses 3.1)»

"Nosotros, los Patriarcas y Jefes de Iglesias de Jerusalén, enviamos nuestros Saludos Pascuales de esperanza a los cristianos de todo el mundo desde la Ciudad Santa de la Resurrección. Fue desde aquí que nuestro Señor y Salvador Jesucristo rompió por primera vez los lazos del pecado y la muerte y se levantó victorioso de la tumba. Fue desde aquí que los ángeles preguntaron por primera vez a las mujeres en la tumba: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? ¡No está aquí, ha resucitado! " (Lucas 24,5-6). Fue desde aquí que el Señor Resucitado se apareció por primera vez a sus discípulos detrás de puertas cerradas, calmando sus temores diciéndoles: “La paz sea con vosotros” (Juan 20,19).

Sin embargo, antes de estos momentos gloriosos, nuestro Señor sufrió poderosamente por nosotros. Esto él mismo recordó a los dos discípulos en el camino a Emaús, preguntándoles retóricamente: "¿No era necesario que el Mesías padeciera estas cosas y luego entrara en su gloria?" (Lucas 24,26). Y así, después de comer la Última Cena con sus discípulos, Jesús oró lastimeramente en el Huerto de Getsemaní, aceptando obedientemente la copa de los dolores que se le presentó. Pronto fue traicionado, arrestado y llevado encadenado. Al día siguiente, fue acusado falsamente, condenado, golpeado e injustamente condenado a una muerte horrible en la cruz.

Paradójicamente, este instrumento de dolor y muerte pronto se convertiría en el trono de gloria de Cristo. Desde allí, nuestro Señor pronunció palabras de perdón y sanación, incluso mientras cargaba sobre sus hombros el peso aplastante de los innumerables pecados y sufrimientos de la humanidad. De esta manera, Cristo se unió a nosotros en nuestros dolores, incluso cuando venció las fuerzas del mal detrás de ellos en su amorosa sumisión a la voluntad del Padre.

El año pasado ha sido una época de gran dolor para todo el mundo. Debido a la pandemia de COVID-19, millones han sufrido una enfermedad grave, y muchos han sucumbido a la muerte. Millones más han enfrentado graves dificultades económicas, aislamiento, soledad y desesperación.

Nuestro Señor ha estado con nosotros a través de todas estas aflicciones. Él está todavía con nosotros. En la mañana de Pascua, Cristo se nos aparece de nuevo, abriendo los ojos para ver su rostro en los rostros de nuestros hermanos y hermanas necesitados, llamándonos a acercarnos a ellos con brazos compasivos, llevándoles su curación, su consuelo, su perdón. . Estas son “las cosas de arriba” que nos llama a buscar. A través de nuestras oraciones y obras de bondad, y con el poder del Espíritu Santo, nosotros mismos somos resucitados con Cristo en su obra redentora de reconciliar al mundo consigo mismo y a nosotros entre nosotros.

En este feliz Día de Pascua, nos unimos a toda la cristiandad para renovar nuestro compromiso con este sagrado llamamiento durante este tiempo de crisis en curso. Al hacerlo, oramos para que podamos dar un nuevo contenido a esa antigua aclamación de alegría intercambiada en este día más santo, en una multitud de idiomas, por millones de cristianos en todo el mundo: Aleluya. ¡Cristo ha resucitado! Él ha resucitado. ¡Aleluya!."

Terminamos con esta foto que nos envió Fr. Salvador Rosas, OFM, Guardián de la fraternidad franciscana residente en el convento del Santo Sepulcro, Lugar Santo donde cada día se da testimonio de que ¡ESTÁ VACÍO, CRISTO HA RESUCITADO!




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