En todo el orbe católico, la semana pasada celebramos la solemnidad del Corpus Christi. Según la tradición en Tierra Santa, la festividad se celebra por partida doble, el jueves y el domingo de la segunda semana de Pentecostés. El jueves tiene lugar en el Santo Sepulcro comenzando con la entrada solemne del Administrador Apostólico, que preside las primeras vísperas del miércoles. A continuación, el Administrador Apostólico y los seminaristas del Patriarcado Latino participan en la procesión diaria con los frailes franciscanos, que termina con la oración de completas. Durante la noche, siguiendo la liturgia reservada a la Cuaresma, se celebra el oficio de la Vigilia, presidido por el Custodio de Tierra Santa, ante el Edículo de la Tumba Vacía.
La celebración concluye con la tradicional procesión con las tres vueltas alrededor de la Tumba Vacía y una completa alrededor de la Piedra de la Unción, que precede a las tres bendiciones solemnes con el Santísimo: una frente al Edículo, una segunda en el altar de María Magdalena y la tercera en la capilla franciscana.
El domingo siguiente, la fiesta litúrgica se desarrolla en el convento de San Francisco en el Cenáculo “El Cenacolino”. Tras la Santa Misa, se tiene la procesión con el Santísimo Sacramento recorriendo los lugares más significativos del Cenacolino. Desde este pequeño terreno hasta el Cenáculo no hay más que unos pocos metros. Y es precisamente esta cercanía al lugar donde el Señor celebró la Última Cena, lo que hace especial la misa en el convento franciscano del Cenacolino y que pone punto final a la fiesta del Corpus Christi en Jerusalén.
Recordemos que el Monte Sión fue la primera sede de la Custodia de Tierra Santa: aquí los frailes franciscanos vivieron de 1333 a 1551, cuando fueron expulsados por la fuerza. Fue durante ese tiempo, en el año 1342, cuando el papa Clemente VI les confió oficialmente el encargo de custodiar los Santos Lugares.
"Venimos aquí porque el Cenacolino está “pegado” al Cenáculo, y ya que no estamos presentes en el Cenáculo celebramos aquí la fiesta del Corpus Christi que nos recuerda a aquel Jueves Santo en el que Jesús instituyó la Eucaristía, el sacramento de su Cuerpo y su Sangre donada por nosotros. Llevamos en nuestros corazones la esperanza de poder volver a este lugar, que lleva todavía desde el punto de vista físico los signos de la presencia franciscana: Si vamos al Cenáculo y a la parte de lo que era el convento construido por los frailes todavía hoy vemos esculpidos en los muros y en la piedra los símbolos de la misma Custodia. Para nosotros es un lugar que posee un rincón muy especial en nuestro corazón." Fr. Francesco Patton, ofm Custodio de Tierra Santa
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