miércoles, 22 de agosto de 2018

"Tierra Santa es testimonio permanente de la Resurrección de Jesucristo" Fr. J. A. Naranjo.

Paz y Bien. 

Con gozo publicamos este editorial de nuestro hermano y nuevo miembro del equipo de esta Comisaría de Tierra Santa, Fr. José Antonio Naranjo. Muchas gracias por tus palabras, hermano.
"Agosto es mes de grandes santos.  Nuestro Padre Santo Domingo, el primer español que dio a la Iglesia y al mundo una Orden Religiosa, la Orden de Predicadores. San Agustín de Hipona, al que tanto admiraba Santo Domingo y cuya Regla  de Vida Religiosa es la de cientos de Órdenes y Congregaciones. Imposible entender la trayectoria espiritual de San Agustín  sin aludir a su madre Santa Mónica. San Bernardo, padre y maestro del Císter, el enamorado de la Virgen María. Santa Clara de Asís, la defensora a ultranza de la vida pobre y austera, con el encanto de esa felicidad que vio en Francisco e hizo suya; Santa Beatriz de Silva, cuya vida y Orden es un canto a María Inmaculada; San Juan Eudes, que tan bien  captó y transmitió el amor de Dios y de su madre en las devociones a los corazones de Jesús y de María. La judía Carmelita Santa Teresa Benedicta de la Cruz y el franciscano conventual Maximiliano María Kolbe, ambos mártires de la locura nazi en campos de concentración en pleno siglo XX. 

Y tantos otros, cada uno, a su manera, siguiendo la Inspiración del Espíritu, supo hacer presente la vivencia de Jesucristo, Redentor del hombre.

Pero este mes, es sobre todo el mes de la Virgen de Agosto, la Asunción de Santa María. En torno al 15 de agosto multitud de advocaciones marianas particulares, que alegran el corazón de los católicos y la vida de pueblos y ciudades, cuyas fiestas patronales tienen signo mariano: Nuestra Señora de los Ángeles (La Porciúncula), de los Reyes, Begoña, del Espino, de Atocha, del Mar, de las Nieves, Virgen Blanca…
Bajo el signo mariano, garantía de identidad evangélica, caminaron los grandes santos que la Iglesia propone a la admiración y ejemplo de los cristianos. De la mano de María camina hoy la Iglesia hacia esa plenitud que ella, la adelantada de la Redención de Cristo, alcanzó cuando fue asunta en cuerpo y alma al cielo y coronada como Reina de todo lo creado, como corredentora porque su vida está totalmente entregada al servicio del Redentor.

Cristo es el único Redentor porque es el Mediador único y principal entre Dios y los hombres, y la Víctima única, capaz de reparar la dimensión infinita del pecado.

María al concebir a Cristo por obra del Espíritu Santo, queda dentro del plan de salvación de Dios, que es la Redención. Como el sistema planetario gira en torno al sol, así la vida de la Virgen María gira en torno a Cristo. Los títulos de Corredentora,  Mediadora y Abogada nos permiten visualizar el rol de María en nuestra Salvación de una manera lógica y coherente: Es precisamente debido a la participación especial e íntima en el trabajo de la redención (como Corredentora) que ella puede ser la distribuidora (Mediadora) de todas las gracias y la gran intercesora (Abogada) para sus hijos después del mismo Jesús (cf. Heb 7, 25; 1Jn 2,1) y el Espíritu Santo (cf. Jn 14,16.26; 15,26; 16,7).
San Buenaventura dice de San Francisco: “Amaba con indecible afecto a la Madre del Señor Jesús, por ser ella la que ha convertido en hermano nuestro al Señor de la majestad y por haber alcanzado nosotros misericordia mediante ella. Después de Cristo, depositaba principalmente en la misma su confianza; por eso la constituyó abogada suya y de todos sus hermanos” (LM 9,3)

Tierra Santa es Testimonio permanente de la Redención de Jesucristo.

Tierra Santa es la Tierra de María, la Tierra de Jesús, la Tierra que vio nacer, crecer, predicar, morir y resucitar al Hijo de Dios. Es la Geografía de la Salvación, los lugares que fueron testigos y que continúan siéndolo en el tiempo del origen de nuestra fe… de nuestra Redención.

Dios preparó a la humanidad para la venida de Nuestro Señor Jesucristo, Redentor de los hombres. Dios realizó esta preparación eligiendo al pueblo de Israel y revelándose por medio de los patriarcas y profetas: todo el contenido del Antiguo Testamento es la preparación a la venida del Mesías.

Ya desde las primeras enseñanzas, después de la caída de nuestros primeros padres, Dios promete un Redentor.

Dios establece Alianza con los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob que se renueva y concreta más tarde por medio de Moisés.

A lo largo de la historia del pueblo judío Dios va manifestando las características del Mesías prometido. Será rey, sacerdote, siervo doliente, hijo de David, nace de una Virgen, será Dios-entre-nosotros…

Y también,  como se cuida  de señalar la Sagrada Escritura, a las otras naciones “no las dejó sin testimonio de sí” (Hech. 14, 16-17) y por esto existe entre los demás pueblos de la tierra como una preparación remota para esperar al Mesías.

La Redención por tanto es una decisión libre de Dios ante la miseria humana ocasionada por el pecado. Es un “misterio de su voluntad divina” (Ef. 1, 9)

No existe fuera de Cristo ninguna otra iniciativa redentora que proceda de Dios, que incida en la historia humana y nos haya sido dada a conocer por Revelación Divina.

Por tanto el género humano, según el decreto divino, ha sido redimido por el Hijo de Dios encarnado. 

Todos los Cristianos son correctamente llamados a ser colaboradores o “corredentores” con Jesucristo (Cf.  Col 1:24) en la recepción y cooperación con la gracia necesaria para la propia redención y la redención de otros.

¿Qué puede haber más urgente y necesario para los cristianos que despertar entre nosotros la pasión por la fidelidad a Jesús? Él es lo mejor que tenemos en la Iglesia. Lo mejor que podemos ofrecer y comunicar al mundo de hoy. Es esencial para los cristianos confesar a Jesucristo como “Hijo de Dios”, “Salvador del mundo” o “Redentor de la Humanidad”, pero sin reducir su persona  a una sublime abstracción. Necesitamos el contacto vivo con su persona: conocer mejor a Jesús y sintonizar vitalmente con él. 

No encuentro un modo más eficaz de ahondar y enriquecer mi fe en Jesucristo, Hijo de Dios, hecho humano por nuestra salvación.

Que mi contacto con Tierra Santa en cada Peregrinación que a ella realizo sea ver en ella el Testimonio permanente de la Obra de la Redención de Jesucristo que vino a liberar a las gentes de cuanto las deshumaniza y les hace sufrir. Aquella manera de hablar de Dios, de como Dios se preocupa de las personas, de cómo mira a los que sufren, de cómo busca a los  perdidos, de cómo bendice a los pequeños, de cómo acoge, de cómo comprende, de cómo ama, de cómo perdona, de cómo acoge a los excluidos. Se ve enseguida que, para Jesús, Dios no es un concepto, sino una presencia amistosa y cercana que hace vivir y amar la vida de manera diferente. Jesús vive a Dios como el mejor amigo del ser humano. Lo que hace feliz a Dios, es vernos felices, desde ahora y para siempre. Que así sea."

Fr. José Antonio Naranjo Oliva, OFM

2 comentarios:

  1. Hola. .
    Como anda bueno más temprano lee pregunte si usted también tramita viaje espero que me conteste

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    1. Paz y Bien. Sí, puede contactar con nosotros vía e-mail: comisariots@ofminmaculada.org, o en el teléfono 625264331 de lunes a viernes por las mañanas. Un saludo

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