miércoles, 5 de agosto de 2020

La Transfiguración del Señor: El mundo necesita un «tiempo de Tabor»



Paz y Bien.

En vísperas de la fiesta de la Transfiguración del Señor, cuando nos encontrábamos preparando esta entrada sobre aquél acontecimiento gozoso del Monte Tabor, nos llegan las terribles imágenes de la explosión en el puerto de Beirut que nos llenan de dolor, pensando en lo que va a suponer esta nueva tragedia añadida sobre los habitantes de aquella zona de Tierra Santa, tan castigada de por sí por las guerras y este año, además, por la pandemia del covid-19. 



En la capital del Líbano, a no mucha distancia del lugar de la explosión, se encuentra el convento franciscano de San José, de la Custodia de Tierra Santa. Gracias a Dios, las noticias que nos llegan de los frailes de aquella fraternidad nos tranquilizan en cuanto a lo que a su salud se refiere, no así a la situación de la iglesia y el convento, considerado patrimonio histórico de Beirut, que han sufrido graves daños.


Pero lo que nos deja más tristes y preocupados son las primeras cifras que están llegando: más de un centenar de fallecidos, los heridos superan los cinco mil, y se barajan decenas de miles de damnificados por los destrozos o pérdida total de sus viviendas, trabajos, etc. Según los frailes, hasta 300.000 personas (aproximadamente una cuarta parte de la población de la ciudad) podrían quedar sin hogar, incluso están convencidos de que las víctimas serán muchas, muchas más, porque el vecindario y el área del puerto están densamente poblados, llenos de oficinas y actividades comerciales: "Cuando salí a la calle, vi las casas destruidas y eso me dolió aún más: todo sucedió después de una crisis económica muy difícil para el Líbano"- dice uno de los hermanos.- "En los últimos meses, todo ha empeorado y el coste de la vida se ha vuelto muy alto. Muchas personas ya habían perdido sus trabajos. Me dolió pensar en la gente pobre. Soy religioso pero las personas que tienen familias, hijos, ¿cómo van a reparar su hogar? "…


Varias personas os habéis interesado desde ayer por aquéllos frailes y en cómo enviar vuestra ayuda económica para paliar algo los daños sufridos en la zona; de momento no tenemos ningún proyecto abierto con ese fin, pero, si queréis hacerlo, podéis enviar vuestro donativo a la cuenta de la Comisaría de Tierra Santa, indicando en el concepto “Líbano”, y así serán transferidos a la Custodia, como hacemos con los demás proyectos concretos:

BANCO SANTANDER IBAN ES30 0075 7007 8606 0673 3003


El Custodio de Tierra Santa, Fr. Francesco Patton, ha publicado un mensaje en el que nos invita a la oración: “He invitado a todos a rezar por los fallecidos, los heridos y sus familias: «Señor Jesucristo, Príncipe de la Paz, da paz al Líbano, y María, Reina del Líbano, protege a todos sus hijos». Recogemos su mensaje y oramos por sus intenciones, y pedimos también que os unáis todos los que nos seguís por nuestros medios de comunicación, rogando al Señor que se apiade de su pueblo y le conceda la paz y la salud, un tiempo de gozo después de tanto dolor, que nos haga exclamar como a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan en el Tabor : “¡Qué bien se está aquí!”. 


Mc 9,2-ss:

“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:

-«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»...”

El monte Tabor, claramente distinguido de las otras cumbres de Galilea, se eleva 450 metros sobre la llanura y 588 metros sobre el nivel del mar. La montaña se encuentra al este de Nazaret, desde la cual está a solo ocho kilómetros de distancia en línea recta, incluso si en el suelo la distancia es mucho mayor. Para la tradición cristiana este es el lugar donde aconteció el episodio de la transfiguración de Cristo, aunque ninguno de los tres evangelistas que lo relatan pone nombre al lugar.

A pesar del dolor, seguimos orando y confiando en el Padre de la misericordia, recordando la profecía de Jeremías (31, 13):

"...se alegrará la doncella en el baile, los mozos y los viejos juntos, y cambiaré su duelo en regocijo, y les consolaré y alegraré de su tristeza;". Que el Señor os dé la Paz.


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