Desde las diferentes fraternidades y medios de comunicación de la Custodia nos van llegando a diario noticias de Tierra Santa durante estos duros meses de pandemia que estamos viviendo. El pasado domingo se reabrió un poco la vida en Israel, de modo que se permite el culto a pequeños grupos de fieles en los lugares sagrados más emblemáticos de las tres religiones monoteístas en la ciudad vieja de Jerusalén, como son el Muro de las Lamentaciones, la mezquita de Al Aqsa, o la Basílica del Santo Sepulcro. Es un poco de luz tras muchos días oscuros que dejaron una Jerusalén vacía, sin el ambiente normal de sus calles, sin gente, sin ruido, sin compras, sin peregrinos… Duele mucho ver así a la Ciudad Santa. ¡Cuánto esperamos que finalice de una vez este mal sueño!. El Gobierno israelí reabrió el pasado viernes el aeropuerto de Tel Aviv, que permanecía cerrado desde el 25 de septiembre, pero la mayoría de los extranjeros seguimos teniendo prohibida la entrada en el país a causa de la pandemia y casi todos los viajeros que llegan, excepto unos pocos procedentes de de algunos países con escasa morbilidad, deben aislarse y someterse a dos semanas de cuarentena.
Tras el duro aislamiento, poco a poco, la vida comienza de nuevo a surgir en la Basílica del Santo Sepulcro... aunque nuestros hermanos franciscanos no han dejado nunca sus oraciones por todos, ya se pueden ver también a nuestras hermanas, las religiosas Hijas del Calvario, unidas en oración junto a los frailes.
“La segunda ola de la COVID-19 se desató en Israel y Palestina en verano. El 18 de septiembre el Gobierno impuso un confinamiento estricto: se cerraron colegios, centros de ocio, tiendas, parques y restaurantes, hoteles, sinagogas e iglesias; el aeropuerto Ben Gurión dejó de ser operativo y el check point con Palestina se cerró en el momento en el que Israel se disponía a celebrar las grandes fiestas judías: Ros HaShaná, Succot y Simjat Torah. El 19 de septiembre fray Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, dirigía una misiva a toda la Custodia disponiendo las medidas a tomar y recordando que, en medio de la pandemia, Dios proporcionaba momentos para intensificar la oración, la vida fraterna y la presencia silenciosa al lado de todos los que viven momentos difíciles. Desde marzo no hay peregrinajes. Sí hay peregrinos, aunque nada comparado con años anteriores. El periodista Moshe Gilad, del diario israelí Haaretz, se lamentaba de que hacía 1.600 años que Israel no tenía ni peregrinajes ni turistas –obviando la Intifada del año 2000, que también cortó el flujo de peregrinaciones–. De los 4,2 millones de turistas y peregrinos del año 2019, se ha pasado a cero. La situación es dramática: los santuarios viven en un vacío indescriptible. Solo hay un escaso turismo interior, familias o grupos judíos que visitan algún santuario, guías turísticos de Israel que realizan algún curso de actualización y poco más. Israel entró el 18 de octubre en la fase 1. El viernes 16 se abrió el aeropuerto y desde el domingo también las escuelas de preescolar. Los santuarios no han cerrado, aunque hayan modificado sus horarios. Los franciscanos seguimos guardando los Santos Lugares y oficiando el culto en su interior. Acuden los cristianos locales y extranjeros que viven y trabajan aquí. También hay iniciativas que mantienen el deseo de visitar la tierra de Jesús, como las peregrinaciones virtuales que ha realizado la Comisaría de Tierra Santa de la provincia franciscana de la Inmaculada de España junto con la diócesis de Calahorra y La Calzada- Logroño. Asimismo, las retransmisiones online desde los santuarios o la reciente iniciativa palestina Save tourism animan a comprar recuerdos y productos elaborados en Tierra Santa. Todo es poco para mantener la unión con la Iglesia madre de Jerusalén y ayudar a nuestros hermanos de la tierra de Jesús”.
Pero aunque son duras estas circunstancias que vemos en Israel y Palestina, no son menores, al contrario, las que están atravesando los Franciscanos de la Custodia en Siria, como el resto de su población. Según informa Fr. Bahjat Karakach, desde Damasco, actualmente hay allí seis frailes en servicio, en las dos parroquias, la Conversión de San Pablo y San Antonio de Padua. Los franciscanos se dedican a cuidar los dos santuarios y a los cristianos locales. “Hay unas 300 familias de fieles de rito latino en Damasco, pero las que quedan son en su mayoría ancianos”, explica el p. Bahjat. “Muchos jóvenes huyeron del país durante los años de guerra”.
“Los problemas de la pandemia de Coronavirus han agravado aún más la ya difícil situación en Siria. En agosto, otros tres frailes y yo contrajimos el virus, pero gracias a Dios nos recuperamos. Dos frailes de la comunidad de Alepo, lamentablemente, murieron. Hay un fuerte sentimiento de desesperación y mucha gente solo espera que las fronteras se abran nuevamente para huir. La gente está exhausta. Ahora que se acerca el invierno, ya sabemos que habrá una emergencia por el gasoil para calefacción. La electricidad va y viene. Se han reducido las raciones de pan, distribuidas directamente por el Estado en Siria. La gente no puede ver el horizonte y estamos viviendo en una situación de emergencia peor que durante los bombardeos de la guerra. Además, la crisis libanesa también ha tenido un gran impacto en Siria porque muchos sirios trabajan en el Líbano y por eso hoy hay personas que ya no pueden ayudar a sus familias. Toda la ayuda solía pasar por el Líbano”.
Ante tanto sufrimiento, los Franciscanos de la Custodia, gracias a la ayuda externa que les va llegando, intentan ofrecer apoyo a la población, dando vales para comprar comida, leche para bebés, o suministrando medicamentos a las familias. También apoyan a estudiantes universitarios, y realizan cursos para incorporarse al mercado laboral, y cursos de apoyo psicológico para niños y adolescentes que resultan fundamentales.
“Todo parece difícil y es difícil mantener la esperanza -confiesa el p. Bahjat- no podemos hacer más que considerar nuestra presencia como una misión que tenemos que vivir al precio de llevar una pesada cruz. Hoy necesitamos de todo, pero sobre todo es importante que la gente siga hablando de Siria. La gente a menudo se olvida de la cuestión siria o las noticias son parciales. Me gustaría que la gente hablara más sobre la comunidad cristiana en Siria, que es la más antigua del mundo. Además, necesitamos una comunidad internacional que trabaje para que Siria vuelva a la escena mundial. ¿Cómo podemos dar esperanza si el país no se puede reconstruir?”.
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