Paz y Bien.
La contemplación de los rojos pétalos de rosa sobre la piedra blanca de la Agonía, en Getsemaní, nos evoca la canción que compuso Cesáreo Gabaráin las huellas del Crucificado, si bien es cierto que este canto trata sobre los estigmas de la pasión, que recibió S. Francisco de Asís en el monte Alverna, la madrugada del 14 de septiembre, fiesta de la Santa Cruz, el año 1224.
Dentro de la Basílica de las Naciones, en Getsemaní, se custodia y venera la roca que recuerda la agonía y soledad de Jesús la noche del Jueves Santo, según podemos leer en Lc 22, 44: "Jesús, entonces entró en agonía y oración con más insistencia, y su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que caían hasta el suelo". En este lugar santo, cada año, al empezar el mes de julio, se celebra la festividad de La Preciosísima Sangre de Cristo.
Siguiendo una antigua tradición preconciliar, la celebración se estableció el uno de julio de 1849 por el papa Pío X, como consecuencia de la difusión de esta devoción de los católicos por el mundo. Con la reforma del calendario litúrgico de 1970, esta fiesta fue sustituida por la solemnidad del Corpus Christi en todos los calendarios litúrgicos excepto en el jerosolimitano, que mantiene el culto vinculado al lugar de la Agonía.
Este año, a pesar de la falta de peregrinaciones y demás restricciones causadas por la pandemia del covid-19, el calendario litúrgico de Tierra Santa continúa con todas sus celebraciones; como esta, que presidió fray Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, quien comenzó la Eucaristía con el tradicional y simbólico gesto de esparcir pétalos de rosas rojas sobre la gran piedra, situada bajo el altar de la basílica, recordando la agonía y la sangre derramada por Jesús el Jueves Santo sobre esta misma roca.
Recogemos aquí algunas palabras de la homilía:
“Aquí se conmemora, celebra y recibe el regalo de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Estos tres verbos resumen el significado de la fiesta de hoy. Por supuesto, cuando hablamos de la Sangre Preciosísima de Jesús, también nos referimos al don de la Eucaristía, donde se bendice la copa de la nueva alianza. Según la tradición, en esta piedra Jesús sufrió su agonía. Aquí su sudor se convirtió en sangre, simbolizado por estos pétalos de rosa. En este lugar sagrado dejamos los dolores y la agonía de la humanidad. Creo que para todas las personas que están en casa en este momento, sufriendo, sin poder participar en las celebraciones debido al cierre provocado por el coronavirus, saber que existe este amor infinito de Jesús que los alcanza, incluso si no pueden participar en una celebración, es de gran consuelo”.
Fr. Benito José Choque, ofm, guardián de la Basilica de Getsemaní, nos recuerda que “Getsemaní, es una escuela de oración y amor. También escuela de humanidad. Aquí Jesús siente el consuelo de Dios Padre. Jesús mismo consuela a sus discípulos en la triste hora de su pasión. También hoy, Jesús consuela a todo el mundo que sufre, especialmente a las personas que han sido afectadas directamente por el coronavirus”.
Rosas de sangre han florecido,
reviven en tu cuerpo la pasión;
Francisco, de amor estás herido,
las manos, los pies y el corazón.
Tus manos que acogen a los pobres,
y parten su pan con el mendigo;
yo quiero también amar a todos,
¡ya puedes, Señor, contar conmigo!
Sembrando la paz y el bien caminas,
y yo sembrador, iré a tu lado;
en Ti el Evangelio es carne viva,
y Cristo otra vez crucificado. C.Gabaraín
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