La segunda peregrinación de la Custodia Franciscana de Tierra Santa de esta Cuaresma fue a la Iglesia de las Naciones, la basílica de Getsemaní, en el centenario del inicio de su construcción. Aquí, según la tradición, se conmemora la agonía y la oración del Señor preparándose para su pasión.
Los grupos que, coordinados por esta Comisaría de la Provincia de la Inmaculada, peregrinan a Tierra Santa en Semana Santa, celebran en esta iglesia los Oficios del Triduo Pascual. Todo un regalo para el alma, poder celebrar la Pascua del Señor en un lugar tan significativo, especialmente en esos días santos,
La adquisición del terreno de Getsemaní por parte de la Custodia de Tierra Santa se remonta a 1438 pero ya desde los primeros siglos este lugar era reconocido como sagrado por los cristianos. Eusebio de Cesárea, obispo de Cesárea y escritor griego menciona su nombre en un testimonio del siglo cuarto. La actual basílica, cuya construcción comenzó en 1919, fue consagrada en 1924 y surgió en un eje situado en el punto de encuentro entre el perímetro de la iglesia bizantina encontrada durante las obras de construcción del nuevo santuario y la iglesia cruzada dedicada al Santísimo Salvador. Entre la Gruta de la Traición y la Roca de Getsemaní se extiende un huerto lleno de numerosos y antiquísimos olivos. Como demuestra un estudio reciente, proceden de una cepa más antigua, probablemente contemporánea a la época de Jesucristo.
La celebración, presidida por fray Stephane Milovitch, reunió a numerosos peregrinos y cristianos locales que habían acudido para la ocasión. En la homilía, predicada por el ecónomo de la Custodia, fray Ramzi Sidawi, destacaron varias contribuciones para una reflexión más profunda sobre la vigilia orante. “Jesús nos pide que oremos”, dijo fray Ramzi, “y confirma su total donación, se entrega y se abandona. En ese momento, Jesús vive una dimensión de abandono total entre dos polos de abandono: por una parte el del Padre, que lo deja en silencio, por otra los discípulos, que no vela,n sino que se duermen”.
Getsemaní, con su especial arquitectura y sus vidrieras de alabastro azulado que crean un ambiente de penumbra, recuerda este complicado momento de la vida de Jesús e invita a todos a tocar las mismas cuerdas del diálogo con Dios Padre. “Tocar con nuestras manos estos lugares y estas rocas”, comentó fray Diego della Gassa, responsable del eremitorio de Getsemaní, “es importante, porque tocamos aquello que Dios escogió. Este lugar da testimonio de que todo en la vida sucede y es querido por Dios en un misterio de salvación”.
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