Beato Federico Jansoone, ofm, Comisario de Tierra Santa. |
Paz y Bien.
En la última exhortación apostólica “Gaudete et Exsultate” de S.S. el papa Francisco sobre la llamada a la santidad, en su capítulo primero, punto 10, nos dice:
“lo que quisiera recordar con esta Exhortación es sobre todo el llamado a la santidad que el Señor hace a cada uno de nosotros, ese llamado que te dirige también a ti: «Sed santos, porque yo soy santo» (Lv 11,45; cf. 1 P 1,16). El Concilio Vaticano II lo destacó con fuerza: «Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre»[10].
Como sabéis la mayoría, se está celebrando estos días en Jerusalén el IV Congreso de Comisarios de Tierra Santa, y traemos a colación la Exhortación del Papa porque también tenemos a un Comisario de Tierra Santa en los altares: el P. Federico Jansoone, ofm. beato. El día 27 se celebró durante el mencionado Congreso de Comisarios la Misa Votiva en su honor.
El P. Federico Jansoone nació en Ghyvelde, diócesis de Lille, Francia, el 19 de noviembre de 1838.
Huérfano de padre desde niño, sintiéndose llamado al sacerdocio, ingresó en el seminario, pero pronto tuvo que dejarlo: su familia tenía que afrontar graves dificultades económicas y Federico comprendió que su obligación era ayudar a los suyos en tales circunstancias.
Su madre falleció en 1861, cuando él tenía 23 años. La llamada a la vida religiosa franciscana se va acrecentando, y, a los 26 años, entra en el noviciado, en el convento de Amiens. En 1868 hace la profesión solemne, y en 1870, recibe la ordenación sacerdotal.
En 1876 marcha a Tierra Santa, la patria de Jesús, distinguiéndose en la organización de la ayuda a la población durante una gravísima carestía provocada por la sequía.
Destacó tanto en sus obligaciones físicas como intelectuales; fue guía de peregrinos, construyó con mucha dedicación personal la iglesia de Santa Catalina en Belén y la de San Salvador en Jerusalén. Precisó el Statu Quo de las diferentes comunidades con satisfacción de todos.
En 1878, elegido vicario de la Custodia, se caracterizó por ser el protector de los pobres de Palestina, y fue enviado a Canadá para organizar la campaña de ayuda. Esta misión no le hizo poner en segundo plano la evangelización: era un predicador buscado y apreciado, publicó libros, dirigió periódicos religiosos.
Cuando falleció en Canadá el 4 de agosto de 1916, nació expontáneamente un movimiento para llevarlo a los altares, como apóstol de dos mundos. Fue beatificado por san Juan Pablo II en 1988.
Oración: Señor Dios nuestro, tú has concedido al beato Federico seguir en Tierra Santa las huellas de tu Hijo y, por medio de él, dar a conocer mejor a tus fieles los misterios de la vida de Cristo,. Concédenos, por su intercesión, venerar con amor estos misterios y recibir con abundancia los frutos de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.