Desde hace unos meses, los hermanos franciscanos que custodian el santuario del Campo de los Pastores (en Beit Sahour, junto a Belén) proponen a los peregrinos hacer “horas santas navideñas” en la gruta principal, donde hace dos mil años escucharon los pastores cantar a los ángeles y anunciarles que el Niño Dios había nacido en Belén.
Desde nuestra Comisaría de Tierra Santa hemos acogido con gozo esta invitación, y ya han sido varios los grupos que hemos celebrado allí nuestra “hora santa”. Ofrecemos a continuación el texto en pdf para la vigilia, así como algunas fotos y testimonios de la que se celebró el pasado 7 de septiembre (2018).
"La vigilia en Beit Sahour me pareció preciosa, un regalo. Empezando por el ambiente exterior, tan cercano a lo que pudo ser: la oscuridad, la ausencia de edificios (la capilla de A. Barluzzi apenas se veía), el estar solo nosotros, nuestro grupo de peregrinos, en silencio... Dentro, la gruta: era fácil sentirse como un pastor sobresaltado en medio de la noche recibiendo tan inesperada noticia. El ambiente de oración que vivimos, la ausencia de comodidades... Los textos de la liturgia de Navidad nunca volverán a sonarme igual: somos el pueblo que camina en tinieblas y al que se le ha mostrado una luz. Y al salir, ya de noche, ese Belén auténtico enfrente de nosotros, como el que ponemos en nuestras casas... Y el mensaje: descubrirle en un niño pobre."
"Era nuestro sexto día de peregrinación, y ese día íbamos a celebrar la Navidad...
Después de subir con María la empinada cuesta de Ain Karem y vivir el encuentro de dos mujeres con muchas vivencias importantes que contarse.
Hacernos pequeños para entrar por la puerta de la iglesia de Belén y cantar Adeste Fideles en la gruta.
Visitar el orfanato, donde tuvimos el regalo de "ver al Niño Jesús" durmiendo su siesta.
Cantar «campana sobre campana» en el campanario de Belén...
Fuimos a la cueva de los pastores a vivir ese momento donde lo vivieron los que eran como nosotros, los de a pie, los que se dejaron guiar por su corazón y Dios les buscó en su quehacer cotidiano... Allí ante el Altísimo, nos paramos, oramos, cantamos juntos Noche de Paz... Y la PAZ de esa noche nos la regaló al salir de la cueva, con un cielo lleno de estrellas y la ciudad de Belén iluminada al fondo.
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