Transcribimos a continuación la carta que ha publicado el Cardenal Monseñor Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, invitando a la Colecta Pontificia del Viernes Santo por los Santos Lugares:
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Mnr. Leonardo Sandri |
“Excelencia Reverendísima:
El itinerario cuaresmal que estamos viviendo nos invita a subir a Jerusalén por la vía de la Cruz, donde el Hijo de Dios consumará su misión redentora. En esta peregrinación vamos acompañados por el Espíritu Santo, que nos revela el sentido de la palabra de Dios. Además de los sacramentos, y en especial la Penitencia y la Eucaristía, nos fortalecen el ayuno, la oración y la limosna. Es este un tiempo propicio para acercarnos a Cristo, mediante el reconocimiento de nuestra pobreza y de nuestros pecados y por medio del vivir el anonadamiento y el abajamiento del Hijo de Dios, que "siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros fueseis ricos por su pobreza" (2 Cor 8,9).
Es un tiempo por excelencia también para acercar a los otros a través de las obras de caridad, conscientes de que el camino cuaresmal no es una acción solitaria, sino un itinerario de solidaridad, en el que cada uno está llamado a pararse como el Buen Samaritano, para ponerse al lado de los hermanos que, por muchas y diversas razones, tienen dificultad para levantarse y reemprender el camino.
También en este año, la tradicional Collecta pro Terra Sancta del Viernes Santo es para los fieles una ocasión propicia para hacerse uno con nuestros hermanos de la Tierra Santa y del Medio Oriente, desde donde, desgraciadamente, el grito de miles de personas que carecen de todo, incluso a veces de la misma dignidad de hombres, continúa llegándonos, rompiendo nuestros corazones e invitándonos a abrazarles con caridad cristiana, fuente segura de esperanza.
Sin el espíritu de Cristo, que "se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2,7-8), el grito del hermano no es escuchado y no se fija la mirada en los rostros de miles de personas menos afortunadas.
Para meditar esta Kénosis o abajamiento del Hijo de Dios, ¿qué mejor sitio podría haber sino los mismos lugares que conservan desde hace más de dos mil años la memoria de nuestra redención?. Señalo con particular atención las dos Basílicas, la de la Natividad en Belén, construida sobre la gruta donde nació Jesús, y la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, construida sobre la tumba de Jesús, que se convirtió en la fuente de la vida con su resurrección. Ambas Basílicas, gracias a la colaboración y generosidad de muchísimas personas de buena voluntad, fueron restauradas el año pasado. Edificar la Iglesia de Tierra Santa, en sus edificios de culto y en sus piedras vivas, que son los fieles cristianos, es, en definitiva, responsabilidad de todas las Iglesias particulares de la Cristiandad, conscientes de que la fe cristiana ha tenido su primer centro propulsor en la Iglesia Madre de Jerusalén.
La comunidad católica de Tierra Santa, en sus diferentes semblantes, como el latino de la Diócesis Patriarcal de Jerusalén, de la Custodia de la Tierra Santa y de las otras Circunscripciones, y el oriental greco-melquita, copto, maronita, sirio, caldeo y armenio, con las familias religiosas y tantos otros organismos de todo tipo, tiene la especial vocación de vivir la fe en un contexto múltiple en lo religioso, político, social y cultural. Pese a los desafíos e inseguridades, las parroquias prosiguen su servicio pastoral con atención preferencial por los pobres; las escuelas, lugares de encuentro entre cristianos y musulmanes, son fundamento para la preparación de lo que esperamos contra toda esperanza, de un futuro de respeto y colaboración; los hospitales y ambulatorios, las casas de beneficencia y los centros de encuentro continúan acogiendo a los afligidos y necesitados, prófugos y refugiados, y a las personas de cualquier edad y religión heridas por el horror de la guerra.
No podemos olvidar a las miles de familias que han escapado de la violencia de la guerra en Siria e Irak, y que cuentan con tantos niños y jóvenes, muchos de los cuales en edad escolar, los cuales confían en nuestra generosidad, de modo que puedan volver a la vida escolar y, así, puedan también soñar con un futuro mejor. Un recuerdo especial, en este momento, se dirige a la pequeña comunidad cristiana del Medio Oriente, que continúa sosteniendo la fe entre los desalojados en Irak y Siria, o entre los refugiados en Jordania y el Líbano, asistidos por sus pastores, y por religiosos y voluntarios de varios Países. Los rostros de estas personas nos interrogan sobre el sentido de ser cristianos; sus vidas puestas a prueba nos inspiran. El Santo Padre Francisco en su mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz de este año afirma: "Con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental". Demostrémosles nuestra cercanía, hecha concreta por medio de nuestra constante oración y mediante una ayuda económica, en especial ahora, tras haber sido liberada la Llanura de Nínive. Muchos cristianos iraquíes, y también sirios, quieren volver a sus propias tierras, donde sus casas han sido destruidas y se han derribado las escuelas, los hospitales y las iglesias. No les dejemos solos.
Todos estamos invitados a reanudar las peregrinaciones a Tierra Santa, porque el conocimiento adquirido y la experiencia vivida en los lugares de nuestra redención, caminando sobre las huellas de Jesús, María, José y los discípulos, ayudan a profundizar nuestra fe, y también a entender las circunstancias en las que viven los cristianos de Tierra Santa. Las peregrinaciones, además, constituyen una ayuda muy notable al sostenimiento, aunque sea sólo de supervivencia, de miles de familias.
En estos días de preparación para la Santa Pascua, os invito fraternamente para que os empeñéis en vencer el odio con el amor y la tristeza con la alegría, rezando y obrando para que la paz habite en el corazón de cada una de las personas y, en especial, de nuestros hermanos de Tierra Santa y del Medio Oriente.
A usted, querido hermano Obispo, a los sacerdotes, a los consagrados, y a todos los fieles que ponen su empeño por el buen resultado de la Colecta, tengo la alegría de transmitirles el vivo reconocimiento del Santo Padre Francisco, junto con el agradecimiento también de la Congregación para las Iglesias Orientales. Y mientras invoco sobre su persona y sobre su ministerio pastoral, y sobre todos los fieles de su jurisdicción, abundantes bendiciones divinas, le deseo de corazón una Santa Pascua y le envío mis más fraternos saludos en el Señor Jesús.
Suyo devotísimo
Leonardo Card. Sandri
Prefecto
+ Cyril Vasil=, S.I.
Arzobispo Secretario”